TORREROS Homenaje a Roland Borges Soto

Del 29 de octubre al 19 de diciembre de 1999 en el Museo del Faro de los Morrillos de Arecibo, Puerto Rico

José Jorge Román Martí García Rivera Martínez Andujar Felix Bonilla Gerena Borges Soto
Ser maestro es sembrar la semilla de un saber en el haber de un discípulo. Ser maestro es saber dirigir al discípulo hasta el encuentro de sí mismo. Artistas hay que pretendiendo perpetuarse en sus alumnos le imponen su manera de ver el arte, su modo de trazar líneas y de poner en un lienzo su paleta; éstos que así se desenvuelven no son maestros, pues mutilan y deforman la creatividad de sus alumnos. Ser maestro es hallar la libertad de sus discípulos, estimularía y dirigirla por un camino que conduce hacia su propia independencia artística. Un artista sujeto al estilo de otro, no es un creador. La trayectoria magisterial de Roland Borges Soto no hay que buscarla en los rastros imitativos de un alumno, porque la obra del alumno no es espejo de la suya'. Sin embargo, Borges Soto tiene discípulos. Nótese que, a menudo, he utilizado dos términos que podrían tomarse como sinónimos y, no obstante, no lo son. Cuando digo alumno me refiero a todo aquel estudiante que se inscribe bajo la tutela de un maestro. Cuando hablo de discípulos me dirijo a aquellos pocos que han logrado extraer del maestro la quinta esencia del talento que hay en él, que es más de lo que obtiene el promedio de los que se cobijan bajo sus enseñanzas.
Martín García, Frank Martínez Andújar, Félix Bonilla Gerena y José Jorge Román, muestran hoy orgullosos los logros obtenidos tras haberse puesto a distancia de su maestro Borges Soto. Cada uno ha abierto caminos propios. Ninguno se parece estéticamente a su maestro. Si observamos la obra de cada uno de ellos, dudaríamos que fuesen sus discípulos si el criterio bajo el cual se juzga fuera el de ver el estilo del maestro reflejado en sus discípulos. Mal papel jugarían estos si su labor artística dependiera de la del maestro, y poco honroso seria si la obra de los discípulos fuera copia del tutor que los ha formado, o tal vez deformado.
La exposición que lleva por emblema Torreros permite observar una verdad: el maestro no ha intervenido para que se perpetúe su nombre en la absorción ingenua de un estilo o manera de producir el arte. Mago de la más auténtica enseñanza, Borges Soto ha transmitido en sus discípulos el espíritu de búsqueda de su propia identidad artística. Martín, Frank, Bonilla Gerena y Román, cada uno de ellos por separado, es artista por derecho propio. Pero en cada uno de ellos, con el más elevado sentido ético, con el más elemental sentimiento de gratitud, reconocen en su maestro aquellos primeros consejos y orientaciones que imprimieron la segura dirección de sus pasos hacia el profesionalismo artístico. Por eso, los cuatro discípulos aquí representados han querido montar esta exposición en merecido homenaje a su maestro: Roland Borges Soto. Torreros lleva en sí ese propósito.

Fragmento por: Ernesto Alvarez Phd (1999)